Pedro es un niño que vive con su abuelo Don Antonio en las frías montañas del Cotopaxi, todos los días ayuda a su abuelo a ordeñar sus vacas, alimentar los caballos y regar pequeñas plantas, que era lo que más le gustaba por sus aromas y coloridos tonos, un día como cualquier otro por la mañana Pedro y su abuelo se levantaron para hacer su rutina diaria, sin saber que algo pasaría; ese día sería diferente…
El abuelo de Pedro, Don Antonio, después de ordeñar sus vacas se empezó a sentir mal, tenía un fuerte dolor en su barriga y se sentía muy caliente, su nieto al darse cuenta lo llevó a casa y lo ayudó a recostarse, trató de colocar pequeños paños de agua fría en su cabeza, pero no conseguía que su abuelo mejore.
El niño fue en busca de una anciana que vivía en su pueblo, se decía que ella curaba toda enfermedad, así que no dudo y acudió a ella, al llegar le contó lo que sucedía y ella le comento que solo necesitaba una pequeña planta, con un olor peculiar, pequeñas flores con pétalos blancos y un centro amarillo, llamada Chamaemelum nobile o más conocida como manzanilla, rápidamente Pedro fue en busca de aquella planta, recordó que él y su abuelo tenían una con las mismas características en su jardín junto a las otras que siempre regaba.
Rápidamente fue en busca de la manzanilla, le hizo un delicioso té a su abuelo, y también colocó paños humedecidos con el mismo tè, el abuelo descanso toda la noche.
Al siguiente día Don Antonio se levantó con la misma fuerza y alegría de todos los días, al verlo sin dolor y con una sonrisa en su rostro sabía que su abuelo estaba mucho mejor, que el dolor había desaparecido y que aquellas plantas que él siempre regaba eran ese pequeño sorbo que su abuelo necesitaba para recuperarse.
Pedro y su abuelo Don Antonio, riegan las plantas con el mismo amor y cuidado de siempre ya que nunca saben cuando las volverán a necesitar.