En la isla San Cristóbal, una de las tantas islas que conforman el archipiélago de Galápagos vivía Alex, rodeado del mar, las hermosas playas y sus espléndidos animales aéreos y marítimos.
Alex era un mucho muy curioso, a quien le gusta mucho observar las aves, pero había una en particular que le llamaba la atención, el cual aparecía cerca de los muelles todos los días, a esa esplendorosa ave le gustaba robar la comida a las demás aves que no eran de su misma especie, esperaba tranquilamente a que algún momento un pájaro de por ahí pescara un pez para luego robarle su comida.
Alex quería saber a qué especie pertenecía aquella ave que veía en los muelles, así que se dirigió a casa para ver a su abuelo, quien rápidamente le pregunto; abuelo, abuelo ¿tú conoces a esa ave que se postra todos los días en el muelle de color negro, con un estómago de color rojo y pico largo, que se pasaba robado la comida a otras aves?
El abuelo le respondió; Escucha con atención la historia que te voy a contar. Hace años atrás cuando los piratas habitaban estas islas solían robar a pequeñas embarcaciones que navegaban por las costas por eso a estas aves se las conoce con el nombre de FRAGATAS, LAS PIRATAS DEL MAR, por ese comportamiento similar al robar que tenían aquellos piratas. Alex quedó asombrado por la historia que su abuelo le había contado ese día.
Al día siguiente, Alex se paró frente a los muelles con un trozo de pescado, teniendo la esperanza que al esperar en ese lugar la fragata intentase robar el pescado que cargaba entre sus manos, y entonces decidió cerrar lo ojos, alzando con una mano el pescado, mientras esperaba que aquella fragata apreciarse y así fue cuando entonces la ráfaga apareció y con sus grandes alas desplazó un fuerte viento alrededor de su cabello, mientras tomaba entre sus patas aquel pescado, al sentir Alex como entre su mano desaparecía el pescado, decidió abrir sus ojos para observar arriba en el cielo como la fragata de desplazaba por los aires llevándose el pescado.
Alex una vez al perderla de vista se marchó del muelle, dirigiéndose hacia su casa.
donde con suma alegría y felicidad le narró a su abuelo lo que había sucedido aquella mañana en el muelle, llevándose un recuerdo tan maravillado que nunca podría olvidar y es el de haber tenido tan de cerca aquella fragata resplandeciente y majestuosa.